Historias que acaban bien

Aquí te dejo las historias de esas maravillosas mujeres que han regalado su experiencia personal para que tú, querida lectora, puedas conocerlas, quizás sentirte reflejadas en ellas o, tal vez, ver por primera vez algo que se te escapaba. Te ofrezco la información de cómo evolucionaron ellas como protagonistas de su vida:

 

Magda, la princesa pintora, está felizmente viviendo en la campiña inglesa y vendiendo sus cuadros, lo que le permite tener una vida tranquila dedicada a lo que más le gusta; pintar. Además, comparte su vida con sus amigos, su familia y una yeguada. Y un par de amantes a los que adora y con los que se siente plena. Los tres tienen una relación liberal en donde se sienten felices. La última vez que hablé con ella me dijo:

Estamos pensando en convivir los tres en mi casa. Paul tuvo un infarto de miocardio y creo que Bob y yo podemos ayudarle mucho a retomar su rutina y una vida sana. Creo que puede funcionar; mientras los tres mantengamos las normas básicas de respeto, convivencia y libertad, todo va a ir bien. Además, hay sitio para que los tres tengamos nuestro espacio. He aprendido que las parejas no son lo que nos dicen que son, sino lo que nosotras decidimos construir.

 

J, el hombre que se negaba a ser un dios, está saliendo con una mujer que gestiona su propio pequeño negocio de cosmética, lo que le permite tener tiempo para viajar con él cuando a ella le apetece hacerlo.

Me siento feliz -me decía- porque tenemos nuestros mundos y un mundo que compartimos. Cuando hay problemas, hablamos, nos comunicamos y nos ayudamos, pero nadie se encarga de nadie. Somos libres de escogernos y decidimos hacerlo. A veces me acompaña en mis conciertos, pero siempre se busca sus propios planes, así que no siento que venga conmigo por inseguridad, sino porque ella desea compartir ese tiempo conmigo, por poco que sea. Me siento libre de ser yo, y sé que ella se siente libre de ser ella.

 

Andrea, quien quería pertenecer al grupo de las emparejadas, sigue en el grupo de las solteras. Pero ahora lo disfruta. Es consciente de que quiere una pareja y está abierta a ella, pero conoce lo que realmente desea y si no lo obtiene, se aparta. Tiene un grupo nuevo de amigas con las que se divierte y se siente muy unida. En nuestra última sesión me contaba:

Yo no puedo pedir a mis amigas emparejadas que dejen de tener esa identidad de grupo, así que lo mejor que puedo hacer es buscar gente con la que disfrutar sin tener esa espada de Damocles sobre mi cabeza. Pero lo mejor de todo es que he entendido que no necesito pertenecer a un grupo, ni a un hombre, para sentirme bien con mi vida, no necesito vivir según las expectativas de los demás, sino las mías propias. Y esas son las de tener una pareja con la que fluir y que me aporte, no me reste. Así que me comprometo conmigo misma; voy a decidir y a escoger priorizando lo que me viene bien.

 

Arianna, que se debatía en si era más importante su necesidad de logro que mantener la pareja, dejó a su chico a lo largo de la terapia. Lloró desconsoladamente… durante veinte minutos. De repente me dijo que se acaba de dar cuenta de que era lo mejor que le podía pasar y que necesitaba desconectar de parejas durante un tiempo. Y así fue. Tiempo después me la encontré por la calle.

¿Qué te parece? ¡Estoy de seis meses y medio! Conocí al padre hace poco más de nueve meses; una noche loca de pasión que se convirtió en tres meses de locura. ¡Me lo pasé tan bien! Pero cuando me quedé embarazada, él comenzó a marearme. Así que le dije que se fuera bien lejos, que no quería a una persona como él ni en mi vida ni en la de mi hijo. Tampoco es que se resistiera mucho; no he vuelto a saber nada de él. Hace un mes me encontré con un noviete que tuve en el instituto y, bueno, poco a poco, estamos viéndonos. Y la verdad es que es genial, cosas tranquilas, estables y bonitas. Le expliqué lo que me había pasado y a él no le importa; de hecho, le hace ilusión porque dice que así, su hija de tres añitos, tendrá una hermanita pequeña con la que jugar. Por cierto, es una niña. Y le enseñaré que es un tesoro, y que nadie tiene derecho sobre ella, su cuerpo y sus sentimientos.

 

Mercedes, la amiga de mi madre, ha descubierto las páginas de internet que envían comida a domicilio:

Cuando quiero irme de comida con mis amigas, me meto en una de esas páginas, encargo un pollo asado con patatas y les digo a la hora a la que lo tienen que entregar. Manolo me dice que está harto de pollo asado, pero yo le amenazo con que la próxima vez le encargo comida china -que odia- y se calla. Y tan a gusto, oye.

 

Elena, mi querida cerilla, lleva ya un tiempo conviviendo con un chico que conoció por internet. Él también había sido traicionado por su pareja, pero en esta ocasión, ella fue mucho más inteligente:

Le conocí en una web de citas que también tiene su aplicación para el móvil. Comenzamos a hablar y a mí me encantó desde el primer momento, así que quedamos pronto, creo que no tardamos más de una semana en concertar la primera cita. Mientras tanto, nos pasábamos todo el día con el móvil en la mano, ¡parecíamos dos adolescentes! Él, desde el primer café, me confesó que le daba miedo enamorarse de alguien porque su ex le había sido infiel, pero que quería superarlo así que le dije que me parecía bien, que no habría nada entre nosotros hasta que él no se sintiera libre de entrar en una relación estable, sin miedos, porque eso era exactamente lo que yo quería. Nos veíamos con regularidad, salíamos a cenar, íbamos al cine, a conciertos, etcétera. Lo pasábamos bien, muy bien de hecho, y lo que surgió entre nosotros fue una bonita y sincera amistad. Fui un poco zorra, la verdad, y cada vez que él se me acercaba a besarme me retiraba sutilmente y le decía que no era el momento, que ya sabía qué necesitábamos los dos para que se diera algo entre nosotros. Hasta que un día, pasados varios meses -y varios amantes por mi cama- me confesó que se había enamorado irremediablemente de mí y que quería que pasáramos de amigos a pareja. Y comenzamos una de esas historias que no te vuelan el estómago, pero que te hacen volar.

 

Carla, casada con el pesimista Pepe, sigue con él, pero ha conseguido cambiar su relación por completo.

Decidí que iba a hacer lo que yo quisiera y probar si de verdad ese mundo desconocido me iba a comer viva o no. Y ¡fíjate! No sólo no lo hizo, sino que ahora sí que tengo la vida que soñaba. Empecé con mi empresa de comida sana poco a poco y cuando vi que podía llegar a vivir de ello, pedí el finiquito en mi empresa y me metí de lleno en ella. En ese tiempo conocí a mucha gente que estaba interesada en lo mismo que yo, y empecé a ir a conferencias, congresos, a pasar fines de semana con ellos, y a tener más vida social. Pepe un día me dijo que si tenía un amante, que me veía «demasiado feliz». Le dije que no, que lo que me veía era viva, y que tenía dos opciones; o acompañarme en la vida o dejar de hacerlo, pero que yo iba a estar atada a un lastre pesimista como él. Y me fui de fin de semana. A la vuelta, él me dijo que había comprendido el peso que estaba ejerciendo en mí y que yo le estaba recordando a esa Carla de la que se enamoró, enérgica, llena de vida y de ganas de hacer cosas. Le propuse el ejercicio que me dijiste, que si él veía a la Carla de entonces, se comportara como el Pepe de antes, y le costó trabajo, pero lo hizo. Ahora estamos muy bien, somos una pareja con dos mundos diferentes pero que comparten uno que crean juntos. Yo he entendido que no hay que tener miedos a cambiar cuando lo que tienes ni te gusta, ni te llena ni te hace bien. Y él, que si está vivo, hay que vivir.

 

Alicia, aquélla gran mujer que vivía en la rutina de una mala relación, finalmente dejó a su pareja. Se dio cuenta de que estaba manteniendo una situación clara de maltrato emocional porque se había acostumbrado a ella, porque era «lo normal» en su vida. Aún no ha tenido una relación estable:

Ahora sé lo que quiero, cómo lo quiero, lo que estoy dispuesta a aceptar y lo que no. No estoy cerrada al amor, ¡ni mucho menos! Lo que sucede es que, después de mi experiencia, sé ver a distancia a los niños-dioses y me alejo de ellos. Es alucinante, ¡hay muchísimos! Pero claro, antes para mí era lo normal. He entendido aquello que me decías muchas veces; tengo derecho a que me quieran como necesito. Y no me voy a conformar con menos.   

 

Mi amiga Isabel entendió que la estabilidad emocional de los niños es mucho más importante que la estabilidad económica. En nuestro último café compartido me contaba:

No sé cómo lo voy a hacer, pero le voy a dejar. Está completamente decidido. No es ni medio normal que mi hijo mayor me diga que si papá no me quiere porque me trata fatal. De hecho, le he tenido que llevar a un psicólogo infantil porque en el colegio me dijeron que estaban empezando a ver los primeros rasgos de un abusador. ¿Cómo he podido ser tan tonta de pensar que mientras pusiera buena cara, esto no afectaría a mis hijos? No. Se acabó. Buscaré una vía como sea, y nos iremos. La estabilidad emocional de mis hijos no tiene precio.

 

Maica, la novia del hijo del farmacéutico, nunca se llegó a casar con Miguel. En realidad, esa historia hace parte de su pasado desde hace muchos años:

Dejé a Miguel pasados unos meses. Él me acosaba y perseguía y yo caía de nuevo en sus garras, echábamos un polvo y me volvía a mi casa sintiéndome culpable y estúpida. Llegó a tal punto que me fui de mi ciudad con la excusa de ver mundo, pero en realidad estaba huyendo de una relación tóxica que no me iba a dejar salir adelante nunca. Me fui a vivir a Madrid y pasé unos años maravillosos, viajé, salí, hice lo que me dio la gana, sin compromisos ni ataduras; sabía que no me merecía la pena. Un día me ofrecieron la oportunidad de entrar a formar parte de una empresa de juguetes sexuales y acepté. Allí conocía a mi marido. De hecho, Mario era mi jefe, pero nos enamoramos como dos adolescentes y yo dejé la empresa, me monté mi propio negocio -un sex shop- y vivimos felices. Hace dos años decidimos venir a vivir a mi ciudad, alejados de las grandes urbes, necesitábamos un poco de tranquilidad. Y aquí estamos los dos, con nuestra pequeña tienda de juguetes sexuales que, por cierto, tiene muchísimo éxito.  

 

Lucía, nuestra Diosa Afrodita, ha encontrado por fin el equilibrio que necesita para seguir trabajando en ella misma y en su capacidad de relacionarse sanamente. Seguimos trabajando en consulta para que lo consiga y va haciendo grandes avances:

Después de Javi, fui dando tumbos por relaciones sin futuro. Creo que mi posición como «erudita» del sexo me proporcionaba una situación muy cómoda; podía tener a quien quisiera cerca de mí, pero sin ningún tipo de implicación emocional. Javi me dejó hecha polvo, así que decidí que no quería relaciones que fueran más allá de divertirme. Pero en el fondo, sé que cambiaba una relación por otra para no ver lo que realmente había pasado, para poder olvidar. Así que un día corté por lo sano y decidí salir de ese círculo vicioso que no me llevaba a nada y que cada vez me hacía sentir más vacía e insegura: llegué a creer que nadie me querría por lo que soy sino por cómo les hacía sentir en la cama. Decidí parar y dedicarme a mí misma, a limpiarme de tanto dolor y sacar a relucir la verdadera mujer que soy, con sus miedos y debilidades, pero también con sus fortalezas y sus agallas. Creo que me falta poco para poder tener confianza en mí y en los hombres y poder sentirme libre de comenzar algo auténtico y saludable.

 

Inma, que adoptó a Alfonso como un gatito abandonado, tuvo su dulce momento:

Me quedé completamente destrozada y verle en la oficina no ayudaba nada. De vez en cuando él me decía que tenía que contarme algo, que necesitaba mi consejo. Al principio caí, le escuchaba y le consolaba, alguna vez con sábanas incluidas. Pero nada cambiaba; yo seguía cuidando de él y él, viviendo la vida que yo le había ayudado a construir. Luego le dije que no, que no quería volver a saber nada de él, que esa situación me hacía daño y que se alejara. Y lo hizo. Meses después, yo seguía llorando por los rincones y acepté un nuevo proyecto en mi empresa, un proyecto que me haría trabajar muchas horas, con la esperanza de que eso mantuviera mi mente alejada de Alfonso, pero nada más lejos de la realidad; en el equipo que iba a dirigir ¡estaba Alfonso! Y yo era quien decidía con qué tareas contaría cada integrante del equipo. Por un momento, bueno, muchos momentos, pensé en darle las tareas más hostiles, aburridas y largas, pero sabía que él era capaz de sacar adelante otro tipo de tareas más específicas y eso era lo mejor para el equipo, así que deseché la idea. Además, yo no quiero ser ese tipo de persona vengativa y llena de rabia, así que no hice absolutamente nada. Alfonso trató de seducirme en varias ocasiones, pero me mantuve firme. Mis amigas me dijeron que le denunciara a mi jefe por acoso, pero no hizo falta porque además de ser un gatito abandonado -ahora lo sé- Alfonso no podía tener la bragueta subida; le echaron porque le pillaron con una becaria en el almacén. Entonces entendí que esos dos años y medio habían sido un puro juego para él y, de repente, estaba curada de Alfonso.

 

Tori, nuestra norteamericana que se pasó media vida demostrando que podía con todas las pruebas que su pareja le pedía, tomó una decisión muy radical:

Le dejé. Le dejé prácticamente sin darle explicaciones. Cogí a los niños, le dije que yo no quería seguir viviendo así, y me fui. Le propuse, desde el primer momento, una custodia compartida que él no aceptó. ¡Así demostró él el amor por sus hijos! Pese a todo, nos quedamos a vivir en la costa, no demasiado lejos de él, para que los niños pudieran disfrutar de su padre. Tenemos una relación cordial, sin más, sin demasiadas discusiones. A los pocos meses conocí a mi actual pareja, también divorciado y con dos niños. No puedo contar grandes historias, nuestra relación comenzó tranquilamente y se desarrolla tranquilamente, pero es que tampoco quiero contar grandes hazañas; ninguno de los dos necesita matar dragones para demostrar que nos queremos.

 

Lola, nuestra curvy que pedía a Marcos que aguantara sus desplantes por un supuesto amor, sigue trabajando conmigo en consulta para recuperar su autoestima y adelgazar:

Sé que le hice la vida imposible a Marcos. Él es un gran tipo, me cuidó, trató de hacerme sentir segura, me tendió una mano, pero ¡era tan maravilloso que no me podía creer que eso me estaba ocurriendo a mí! Sé que la razón por la cual le hice erigirse en héroe de la trama es porque yo, en el fondo, no era esa mujer segura que vendía a los demás y me vendía a mí misma, así que lo mejor que puedo hacer es recuperar mi autoestima. Y que dependa sólo de mí, no de tener un hombre a mi lado ni de que ese hombre me demuestre que si quiero la luna me la baja.

 

Anita, quien quería convertir a un mueble en un vestido de alfombra roja, le dejó:

Me di cuenta de que estaba atrapada en una situación sólo por comodidad, porque en el fondo me daba miedo salir ahí y buscar una nueva pareja. Que sí, que cada persona tiene sus cosas y que hay que aceptar a cada uno tal y como es, pero no, esa dejadez por su parte a mí me estaba minando. Y empezaba a sentirme en un pozo sin fondo. Así pues, hablé con él y le dije que si seguíamos así, acabaría dejándole, que si quería hacer algo por la relación, lo podríamos hacer juntos pero que tendría que poner de su parte. Al principio aceptó, pero a las dos semanas volvió a hacer lo mismo, y yo ya estaba agotada, así que le dije que recogiera sus cosas y se volviera a su casa. Ahora estoy conociendo a alguien nuevo, alguien que me ilusiona y que es exactamente lo contrario que mi ex. Es decir, es mucho más cercano a lo que yo quiero en un hombre.

 

Chus, a quien se le iba a pasar el arroz, tiene grandes noticias:

Entendí que mi necesidad de maternidad es diferente a mi necesidad de pareja. Puedo ser madre si quiero, madre soltera, y eso no tiene nada que ver con ser pareja de alguien, son cosas diferentes, y soy consciente de que, en estos momentos, mi necesidad de ser madre es mayor a mi necesidad de tener pareja, así que en eso me estoy centrando. Dentro de unas semanas viajo a China a recoger a mi primera hija

 

Irene, la Galatea del médico, le denunció por maltrato psicológico. Enrique comenzó a acosarla, amenazarla e incluso llegó a seguirla. Fueron meses muy duros y, como el maltrato psicológico no se ve, rechazaron la demanda de Irene. Ese sigue siendo un gran problema en nuestra sociedad: la visibilización del maltrato psicológico y/o emocional y, aunque las cosas han cambiado mucho, de esta historia hace ya algunos años y entonces era imposible que una denuncia sin agresión física saliera adelante. Hace unos días estuve con ella:

Aunque hace ya diez años de eso, muchas veces sigo sintiéndome culpable por haberme dejado hacer lo que Enrique me hizo. La sensación de no ser yo, de tener que ser otra cosa porque lo que yo realmente era no estaba bien, es algo que no se lo deseo a nadie. Lo que sí tengo que agradecerle es que me empujara a estudiar ya que, gracias a mis estudios, he podido crear un pequeño negocio y me va francamente bien.  No me siento aún preparada para abrirle la puerta a alguien nuevo, pero tampoco tengo prisa; si tiene que suceder, sucederá. Mientras tanto, me comprometo a recuperar a la Irene que de verdad quiero en mi vida.

 

Ruth, quien convirtió a su pareja en su maestro o a su maestro en su pareja, sigue trabajando:

Estoy aprendiendo a enamorarme de la vida, de salir, de conocer gente, de saber decir que no pero también de saber decir que sí. No busco nada estable, no por ahora, así que estoy aprendiendo a disfrutar sin tener en consideración lo que los demás esperan de mí. Sin hacer daño a nadie -norma número uno- pero siendo yo misma en todo momento -norma número dos-. Y si quiero que alguien me ayude a cambiar, pues pago a una profesional, pero no cometo el error de dejar mi destino y personalidad en manos de nadie. No es honesto ni conmigo, ni con la otra persona.

 

Estela y yo seguimos trabajando juntas en consulta. Su última consulta fue absolutamente aclaratoria:

Tengo claro que no es sólo la ilusión lo que me mantuvo al lado de mi Jesusito, sino las necesidades que tenía y que yo sola no sabía satisfacer. Cuando he aprendido a hacerlo, ha sido cuando de verdad he podido comenzar a conocer a David, sin prisa pero sin pausa, y siempre siendo sincera con él, pero ante todo conmigo misma. Me ha costado tiempo deshacerme del fantasma de un maltratador psicológico como era mi ex, pero ahora entiendo que, si me permito vivir como víctima, los demás me tratarán como su víctima.

 

Leonor, la mujer a quien lo que enamoraba era conseguir el reto de que se enamoraran de ella, decidió darse un tiempo consigo misma:

He entendido que parte de lo que me pasaba era algo para lo que no estaba preparada; me falta autoestima. ¡Por eso necesito conseguir que me amen! Es como si, al conseguirlo, me quedara tranquila porque tengo capacidades, porque puedo hacer las cosas que me propongo, porque soy válida. Pero sé que eso no es suficiente, necesito más y más pues, cuantos más retos consiga, más valiosa soy, así que mi interés desaparece porque ¡vuelve a desaparecer mi autoestima! Darme cuenta de esto fue realmente doloroso, pero creo que muy necesario. Así que he decidido estar un tiempo sola, aprender a amarme, a valorarme y a entenderme. Y, cuando lo consiga y me lo crea de verdad, me respetaré y, por tanto, respetaré a los demás.

 

Con respecto a Marina, quien se rompió la espalda para que su Jesusito recuperara la autoestima, está en un momento muy típico cuando hemos vivido una relación tóxica; el de la desconfianza y culpabilidad. Lee lo que me contó no hace mucho tiempo:

Sé que el problema es mío, que el daño que me hizo fue tan grande que creo que todo el mundo me lo va a hacer o, si no, juzgarme por haber pasado algo así. Y me siento fatal, porque me digo una y mil veces que no todo el mundo es como él, que hay gente buena que realmente quieren ser felices y hacer felices a los demás, pero algo dentro de mí se bloquea y en cuanto escucho algo del tipo «si no soy tan guapo», me marcho. Supongo que no me he perdonado aún por haber sido tan idiota de querer salvar a alguien y creo que me la van a volver a hacer porque yo no soy capaz de decir que no a ese tipo de personas. Sé que tengo que trabajar en confiar en mí misma y en los demás, pero ahora mismo lo veo tan difícil…

Y sí, Marina lleva razón. Podemos confiar en los demás de una forma sana cuando confiamos en nosotras mismas porque sabemos que si las cosas no van bien, nos daremos cuenta sin vendernos cuentos de princesitas que salvan a sapitos tontos y, por tanto, podemos marcharnos sin complejos ni culpabilidad. Pero llegar a ese punto es un proceso que hay que hacer conscientemente; una herida no sana sólo por saber que la tienes. Así que la historia de Marina aún no ha acabado, pero está haciendo las cosas de la mejor manera para que tenga un final feliz.

 

Laura, cuya alma gemela resultó ser un maltratador emocional de manual, ha seguido adelante con su vida:

Me siento genial, libre de esas creencias casi mágicas que me hacían pensar que sólo puede existir una persona en el mundo para cada uno. En realidad me di cuenta de que el mundo es mucho más grande y lleno de mucha más gente de la que creemos y que nadie, por mucho que diga amarte, te hace daño si realmente te ama, así que he aprendido a ver las señales de no-amor y, si alguna vez las identifico, me marcho por el mismo sitio que he llegado. Sé que me merezco alguien que sepa cuidarme, así que ¿por qué quedarme con alguien que no sabe qué significa eso?

 

Abril, la mujer que dejó a su pareja para vivir su propia película, consiguió su historia:

Me di cuenta de que yo realmente amaba a Ramón, el hombre al que dejé por Blas, pero que el problema es que nos habíamos acomodado en la pareja. Ramón, por supuesto, no quiso saber nada de mí durante un tiempo. Pero un día me lo encontré casualmente y comenzamos a hablar. Poco a poco fuimos retomando la relación. Al principio, como amigos, pero lo importante es que volvimos a divertirnos, a salir, a hacer planes locos, a dejarnos llevar. Creo que el tiempo que estuvimos separados nos enseñó a los dos que el amor es algo que se construye y se alimenta. No es suficiente con amar a alguien, hay que amarle bien y cuidar de la relación.

 

Y yo… Al principio de este libro te conté que había tenido un interesante giro de guion, pero antes de contártelo quiero dejarte clara una cosa; este tipo de situaciones no suelen suceder, así que, por favor, que mi caso no te sirva para quedarte anclada en ningún tipo de esperanza o de giro de los acontecimientos.

Mi Jesusito reapareció diez años después, hace unos tres años. Él había tenido una pérdida muy dolorosa en su familia y, por alguna razón, decidió que quería verme, pedirme perdón por todo lo sucedido y demostrarme que había estado trabajando mucho en él. Acepté ese primer café – el monstruo para mí hacía ya mucho tiempo que era sólo una sombra en el suelo- y escucharle; me habló de su viaje con psicólogos y psiquiatras, de cómo había ido trabajando aquellas cosas que había visto que destruían a los demás y a él mismo, de sus diagnósticos psiquiátricos y sus esfuerzos diarios para ser su mejor versión. Lloró, lloré y entendí que ambos habíamos estado guerreando, durante nuestra relación, con algo que ninguno de los dos entendíamos. Y no, no me siento culpable por ser psicóloga y no haberlo visto; yo estaba con un gran agujero por el que el lobo se coló y me hirvió, y eso me ayudó a cerrarlo y a trabajarme, con lo que conseguí ayudar a muchas otras mujeres a darse cuenta de sus relaciones de no-amor, a concienciar del maltrato emocional y trabajar con mujeres maravillosas atrapadas en sus relaciones. Después de esa primera charla hubo mensajes, más charlas, más cafés, apoyo mutuo en momentos complicados de nuestra vida, risas e incluso momentos muy terapéuticos para ambos. Le acepté con sus heridas, sus fracasos y sus esfuerzos, sabiendo cuál es el lugar que yo quiero para él, pero también el que él quiere para mí, y sigue estando en mi vida. Es mi amigo y mi confidente, pero yo decido qué sí y qué no vivo con respecto a él, tengo muy claros cuáles son mis límites y los hago respetar porque yo soy la primera que los respeto. Y estoy orgullosa de él, por haberse dado cuenta del daño que hizo -y sé que no sólo a mí-, haber trabajado en si mismo para dejar de ser la versión maltratadora de sí mismo  y tratar de generar relaciones sanas, pero ante todo estoy orgullosa de mí misma porque siento que soy esa mujer que siempre estuvo ahí, enterrada entre sus miedos y sus experiencias pasadas, pero que, con trabajo, autoconocimiento, valentía y verdad, ha salido a relucir y brilla. Y yo estoy construyendo una relación sana con un hombre maravilloso que conocí hace unos meses que entiende el amor como yo; una forma de relacionarse.

  

Y tú, ¿qué final quieres para tu historia?

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies